La
relación entre música, lenguaje y enseñanza es más antigua que la
propia notación musical y que las
diferentes pedagogías que tratan sobre dicha relación. Pensamiento
y el lenguaje (Heidegger, Chomsky, etc.),
lenguaje
y música
(Nietzche,
Wagner, Adorno, Stravinsky,
Cage, etc.) han sido
ampliamente debatidos por la filosofía moderna. El compositor y
pedagogo John Paynter
(1997:66) nos decía sobre la
Educación Musical:“Hay
mucha gente que piensa que todo esto es una pérdida de tiempo, y [si
hay] mucha gente que piensa así es que realmente tiene poder”.
En
un plano más utilitario, solemos definir lenguaje como el conjunto
de códigos que componen un mensaje. Se trata de un fenómeno con
vocación comunicativa que se produce cuando un emisor hace llegar
dicho mensaje a un receptor y este consigue entenderlo/descifrarlo.
Tanto emisor como receptor son necesarios para que exista
comunicación, En el caso de la música se produce un fenómeno de
feedback en el emisor
y receptor pueden ser la misma persona.
Copland
(1939) ya diferenció entre
tres planos de escucha que pueden ser matizados y ampliados en
función a la intencionalidad y formación del receptor. Pero
cuando, además de escuchar,
hacemos música nos
convertimos en emisores-receptores en
un proceso de alta intensidad neurobiológica como
muestran los estudios basados en Resonancias Magnéticas (FMRI) y en
escáneres PET. Estos estudios revelan que hacer música activa
prácticamente todas las zonas del cerebro en ambos hemisferios,
especialmente, el córtex visual, auditivo y motor aumentando el
volumen y actividad del cuerpo calloso
que sirve de puente entre ambos hemisferios permitiendo controlar la
precisión lingüística y matemática – más desarrollada en el
izquierdo- con la creatividad – más desarrollada en el derecho.
Son diferentes los códigos y
lenguajes que recibe y procesa nuestro cerebro, pudiéndose afirmar
que la música es un conjunto de lenguajes.
La música como lenguaje y como medio de expresión.
Al
hablar de diferentes lenguajes musicales – el artístico, entendido
desde la estética; el científico, entendido desde la física o
desde la notación; el sociológico, entendido desde el uso y
costumbres musicales; el lenguaje neurobiológico, como forma de
interacción y desarrollo psicoevolutivo a través de la música,
etc. - afirmamos que existen unos elementos objetivos y constitutivos
de la música que se pueden abordar durante la Educación Primaria de
forma cuantitativa – ritmo, melodía, armonía, timbre, su
combinación- pero también aceptamos un ámbito subjetivo y/o
cultural que es natural al ser humano y que perdurará durante toda
la vida del alumnado, incluso estaría presente en los miembros de
una sociedad sin escolarización ya que
en tanto es utilizada
espontáneamente por el hombre como vehículo natural de comunicación
de emociones y estados de ánimo, la música constituye una forma
universal de lenguaje (y no un “lenguaje universal”), ya que no
reconoce límites de edades ni culturas. (Hemsy de Gainza, 2010:71).
De estos dos planos –
subjetivo/objetivo, cualitativo/cuantitativo-, el primero debiera
condicionar el segundo para propiciar el desarrollo real de las
Competencias Básicas, eje fundamental de los programas de educación
europeos desde 2006. No obstante, la música es algo infraccionable y
todos sus lenguajes transcurren a la vez en el mismo tiempo y espacio
por lo cual no podemos separar lo subjetivo de lo objetivo y este
será uno de los beneficios fundamentales de trabajar en torno a los
lenguajes musicales.
Dos son las principales
cuestiones que nos preocupan en el ámbito de la Educación Musical
en Primaria: la didáctica de los lenguajes artísticos y la música
como lenguaje social en la vida del alumnado.
Didáctica de la música: arte y lenguaje.
Existen
diversos paralelismos entre el lenguaje hablado y el lenguaje
musical: elementos rítmicos, melódicos y tímbricos. Otras
características son menos obvias y, sin embargo, enriquecen y
colorean ambos lenguajes: la dinámica, la articulación, el fraseo o
la sintaxis. Por tanto, es lógico pensar que la forma de aprender
ambos lenguajes sea muy parecida y se transcurra por diferentes
estadios psicoevolutivos en los que adquisición de un lenguaje
concreto se asimile de forma natural.
Efectivamente,
dichas etapas biológicas son similares en la adquisición de los
diferentes lenguajes – verbales o musicales-, siendo el entorno
determinante. Así pasamos por una etapa de
escucha-alimentación-conocimiento para, posteriormente, comenzar a
usar dicho lenguaje adquirido. Este primer uso se da en forma de
balbuceo/canturreo - en un entorno familiar, en el que el bebé
diferencia la voz de la madre y el padre de voces desconocidas,
sintiendo predilección por la primera- y después se ajusta o afina
(en ambos lenguajes a partir de los tres años de edad) – gracias a
un entorno más variado que incluye desde la televisión a la
relación con otras personas de diferentes o igual edad.
Pero
no es por este aprendizaje evolutivo por lo que el arte en general y
la música en particular suelen pensarse como lenguajes. Esta
consideración se da, en el terreno objetivo o matemático, por la
existencia de códigos específicos. En el caso de la música, un
lenguaje propio gestado desde la Edad Media y aún en evolución: la
notación musical. Esa notación de origen instrumental – en tanto
herramienta funcional para recordar la música- recibe influencia
histórica del pensamiento y la estética llegando a concebirse como
un código expresivo en sí mismo con mensajes idiomáticos ya
existentes en el principio aristotélico de Catársis.
Parece
obvio que la música puede expresar ideas pictóricas
muy aproximadas– véase la música
programática-, pero aceptar una capacidad comunicativa en términos
lingüísticos o puros
como si existiese una relación directa entre pensamiento-música así
como la hay entre pensamiento y palabra es poco comprobable. Aunque
tradicionalmente se ha alegado a la música como lenguaje de los
sentimientos – con un propósito
educativo claro definido por Gramsci cuando habla de la escuela con
creadora de hegemonía cultural-, no
tiene cabida en una Educación Musical científica y pública una
discusión estética a la manera decimonónica, sino que la didáctica
del arte focaliza la atención en parámetros concretos que permiten
la progresiva adquisición y puesta en práctica de las llamadas
Competencias Básicas. Hemsy
de Gainza (2002:12-13) afirmaba que
no es suficiente reemplazar lo
viejo imperante por algo nuevo; es preciso que lo nuevo sea percibido
como algo absolutamente funcional y claro, tan confiable y ordenado
como alguna vez (cuando respondía a objetivos verdaderos) lo fueron
los métodos y procedimientos tradicionales.
En
este sentido, la Educación Artística no se mantiene como una
educación especifica en arte sino que tiene como objetivo educar a
través del arte, valorando el proceso y el producto como las dos
caras de una misma moneda. Se introduce un método activo, alejado de
cualquier un conductismo enmascarado, cercano una actividad
pedagógica que integre la creatividad y la espontaneidad con el
desarrollo del alumnado mediante nuevas acciones más que usando
nuevos contenidos. Se trata de una pedagogía abierta en la que el
lenguaje musical – en su concepción objetiva- es una herramienta
de acción y participación social. La comunicación, el lenguaje, no
se da al traducir el arte sino al realizarlo. La música como
lenguaje en el aula se entiende como el ejercicio de musicar.
Es decir, hacer música juntos es comunicarse.
La música integrada en los nuevos lenguajes sociales: Internet.
No basta con entender que la música es un lenguaje cultural
adquirido por medios naturales ya que, a lo sumo, sólo nos hace
reflexionar sobre la necesidad de crear entornos adecuados de
aprendizaje musical. Es necesario asimismo preguntarse qué música
constituye el lenguaje del alumnado y de la sociedad en la que éste
va a vivir, y cómo se relaciona el individuo con ella.
La realidad musical ha experimentado un rápido cambio tecnológico,
expresivo y conceptual que presenta algunas contradicciones sociales
producidas por lo que Di Scipio (citado por Lenis, 2009:14) llama
“consumismo sordo”. Los nuevos entornos tecnológicos han
sustituido la concepción estética decimonónica como fuente de
orientación musical y pudiendo afirmarse que, en la actualidad y
gracias a los hábitos de consumo, se hace música para los medios y
no para las personas. Sin embargo, la intervención educativa sigue
funcionando de manera excluyente. No importan los lenguajes propios
de la educación informal que ofrece Internet, ni los usos musicales
que hace el alumnado: las editoriales publican manuales basados en
música del Clasicismo-Romanticismo y Neoclasicismo, que sólo
introducen guiños a las músicas populares a través de canciones
folclóricas desconectadas del folclore real del alumnado y canciones
con temática pueril sobre bases de rock-blues creadas ex profeso
para tal o cual actividad.
Esto supone una forma de desconexión entre el empacho pedagógico de
la música en el aula y los ejemplos de música que ofrece la vida
real. Desde temprana edad, Internet pone al alcance del alumnado una
cantidad descontrolada de lenguajes y músicas posibles. Cada día,
una mayor cantidad de jóvenes escuchan música a través de listas
de reproducción de plataformas como Youtube, por lo que
obviar la música en Internet es obviar la realidad del alumnado.
Como almacén que alberga múltiples lenguajes musicales de las
cuales hemos de hacernos eco según los bloques de contenidos
expuestos en la LOMCE– cada vez más sesgados por leyes erróneas
de propiedad intelectual- supone un entorno de relación y
aprendizaje al que el alumnado se aproxima intuitivamente. En
consecuencia, su aprendizaje es real y funcional, algo que apenas se
consigue en el aula de música, pero también menos fértil de lo que
podría ser ya que no se estimula la curiosidad de forma guiada.
Lo cierto es que el lenguaje digital es muy cercano a la vida real
del alumnado y, en consecuencia, la docencia musical debe hacerse eco
de ello. Podría decirse que el lenguaje musical del alumnado es
intrínsecamente musical-digital. (Me gusta dicha acepción: digital
de entorno 2.0. pero también digital de manipuleo manual). Son
diferentes las opciones: desde diseñar entornos guiados como las
WebQuests a interrogar -de forma práctica y velada- a los diferentes
grupos sobre sus costumbres y gustos musicales – cómo y por qué
buscan música, cómo la escuchan, qué valoran de cada música, qué
significantes y significados le otorgan, etc. Internet ofrece un
aprendizaje capaz de “centrarse en proyectos y problemas y en el
estudiante antes que en docente, y ser personalizado, colaborativo,
comunicativo y productivo” (Giráldez, 2005:137), esto es, un
aprendizaje capaz de ser significativo y de partir de la experiencia
real del alumnado.
Aunque
hemos de ser cautelosos y no convertir la experiencia online en un
objetivo, sino en una herramienta que permita al alumnado aprender a
través de la música. Generalmente,
las experiencias docentes en el aula de música quedan relegadas al
uso de blog o como soporte audiovisual. Sin embargo, Internet ofrece
la posibilidad de expresarse musicalmente trabajando online.
Existen
infinidad de alojamientos
basados en loops pregrabados que
permiten
al alumnado crear músicas en estilos afines a sus gustos, o permite
componer melodías fáciles y aproximarse a la elección de timbres
en base a ostinatos perfectamente
delimitados. Esto
permite que, sin instalar ningún tipo de software, el
alumnado
ponga en práctica diferentes lenguajes – lingüístico, digital y
musical- en
base a un principio pedagógico básico: la praxis como forma de
aprendizaje.
Personalmente
debo admitir que no presto especial atención a Internet y lo integro
como algo asimilado y cotidiano pero siempre complementario, ya que
la Educación Musical pública debe asegurar la igualdad de
oportunidades y optimizar el trabajo autónomo de forma grupal y en
un entorno que permita la práctica y la acción guiadas: el aula.
“La
música que se aprecia es la música que se usa”
(Regelski,
2009:44)
Citas biográficas extraídas de
COPLAND,
A. (1939) Cómo escuchar la música. México:
Breviarios. [Edición aumentada 2008]
GIRÁLDEZ,
A. (2005): Internet y educación musical. Barcelona:
Graó.
HEMSY
DE GAINZA, V. (2002) Pedagogía musical. Dos décadas de
pensamiento y acción educativa. Buenos
Aires: Lumen.
HEMSY DE GAINZA, V. (1977). Fundamentos, materiales y técnicas de
la educación musical. Buenos Aires: Melos.[Ed.2010]
PAYNTER,
J. (1997): “Diálogo y obra” en Revista Música, Arte y
Proceso. Núm.
3, pp. 65-72.
Victoria-Gasteiz: Amarú Ediciones.
REGELSKI,
T.A. (2009). “La música y la educación musical: Teoría y
práctica para «marcar
una diferencia»”. En
Lines K., D. (Comp.) La educación musical para el nuevo milenio.
(pp. 21-47). Madrid: Ediciones Morata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario