¿Cuál
es la situación?
Cuando las maestras y maestros estudiamos nuestra carrera cursamos
algunas asignaturas relacionadas con la didáctica y con la
programación curricular. En ellas conocemos una serie de elementos
curriculares comunes a tener en cuenta para asegurar la calidad
educativa durante la Educación Primaria, a saber: objetivos y
competencias, contenidos y saberes, metodologías y actividades,
recursos – infraestructura, tiempo y materiales- y evaluación.
También nos hablan de diferentes modelos o teorías educativas que
se definen en el diseño curricular de cada uno de los docentes en
función de qué elemento curricular es más importante a la hora de
programar.
De entre todos los modelos
educativos, la mayoría de los docentes estamos familiarizados con
dos:
los modelos críticos y
abiertos – que son los que solemos estudiar como
formación continua y
defender en nuestras programaciones o
exámenes- y los modelos tecnológicos – que son los que
verdaderamente aplicamos. Mientras
que los modelos críticos ponen el énfasis en elementos curriculares
como las actividades (la práctica, la experiencia), los recursos (el
ambiente y los materiales) o la adquisición
de competencias (estructuras
mentales que permiten al individuo interactuar con el entorno
resolviendo problemas, esto es, actuar de manera creativa), los
modelos tecnológicos ponen toda su atención en la consecución de
objetivos. No quiere decir esto que los objetivos sean patrimonio
exclusivo de los modelos tecnológicos pero sí es cierto que se han
dogmatizado por la acción legislativa – que sólo admite
estos modelos- y,
reconozcámoslo,
por la facilidad que
brindan en el momento de evaluar – se
cumple o no el objetivo en una escala de uno a diez.
Programaciones y escuelas están llenas de conceptos propios de la
pedagogía crítica – cuestiones de género, TIC, atención a las
N.E.A.E., diversidad, presencia de logopedas y PT, etc.- pero nuestra
práctica se basa en provocar la consecución de unos objetivos y
después evaluar hasta qué punto esa consecución fue real. Esto se
basa en una falsa creencia: considerar que superado el objetivo se ha
comprendido todo en contenido y desarrollado toda la competencia
relacionada – dicho en otras palabras, pensar que aprobar un examen
implica entender una célula procariota o que tocar una sucesión
ordenada de notas en la flauta dulce implica la comprensión de la
tonalidad subyacente. Algunas pedagogías críticas insisten en la
necesidad de revisar los contenidos que se enseñan -en ocasiones
excesivos en su cantidad y desorientados en su calidad- ya que, pese
información que llena las mochilas del alumnado, al llegar a la
universidad y comenzar a especializarse los educandos no recuerdan
demasiado de su Educación Primaria. Esto se debe a que el
aprendizaje no ha sido significativo – los contenidos no
interesaban y sólo se superan los objetivos para promocionar de
curso.
¿Cómo es posible siendo la niñez inquieta y curiosa? Simplemente
porque los intereses político-empresariales insisten en la
alienación colectiva. Aburrir hasta la saciedad es la forma para
enseñar una única lección “Haz lo que tienes que hacer y
podrás seguir haciendo lo que tienes que hacer a otro nivel
superior, de lo contrario harás lo que tienes que hacer a un
nivel inferior”. Los objetivos no son peligrosos, el
peligro reside en el uso que de ellos se hace. Andrea Giráldez
(2010:44) nos recuerda en referencia a la audición que
en la práctica se constata
que las estrategias metodológicas que suelen sustentar el
tratamiento de procedimientos relacionados con la escucha no siempre
son las más adecuadas o, al menos, no garantizan la consecución de
determinados objetivos.
En la escuela actual sólo existen dos formas de hacer las
actividades: bien o mal. Así lo han querido una ley tras otra y así
lo quiere la LOMCE pese a que los avances científicos han demostrado
que no aprendemos de una sola manera, que no existe una sola verdad.
¿Qué pensará al respecto el galardonado Premio Príncipe de
Asturias de Ciencias Sociales 2011 Howard Gardner? Así somos los
españoles, sabemos reconocer los avances científico-sociales pero no somos capaces de aplicarlos, ni siquiera
cuando hay ejemplos previos.
¿Qué
se puede hacer?
Es necesario un cambio de modelo, un
cambio de método que se viene pregonando por toda la comunidad
educativa española desde la LOGSE pero que no se hace efectivo
aunque se creen los espacios o se adquieran los materiales y TIC.
¡Cuántas aulas de música bien dotadas de material Orff han sufrido
la sucesión de clases
basadas
en un libro único, repertorio para flauta dulce y baile de fin de
curso! El cambio debiera ser
real, no bastando
con revestir de nuevo lo viejo. El genial psicopedagogo italiano
Francesco Tonucci (Frato), que fuera premiado por la Junta de
Andalucía en 2012, reflejaba en esta viñeta en 1984:
Si queda duda, veamos cómo ocurre algo similar con las TIC en este
vídeo que ya es un clásico:
En consecuencia, propongo hacer acopio de la experiencia y reconocer
que cumplir los objetivos es un principio erróneo e irrealizable,
admitir que los modelos tecnológicos durante la Educación Primaria
no contribuyen al aprendizaje sino a la alienación1
y que aceptar las normas del juego sin intentar cambiarlas supone
traicionar toda vocación pedagógica real. Propongo
programar partiendo de un
elemento curricular diferente a los objetivos que
permita trabajar hacia las Competencias Básicas (que
en nuestras leyes están por imperativo europeo pues siguen siendo
algo “teórico”).
Concretamente, propongo
programar partiendo de
la práctica, de las
actividades.
Las
actividades son elementos curriculares que permiten una evaluación
continuada, que se basan en la práctica y, por tanto, en la
experiencia, que tienen un contenido común abordable desde
diferentes prismas y, en consecuencia, que permite aproximarse a
diferentes objetivos a la vez (individual o grupalmente). Basando
nuestro modelo pedagógico en las actividades, los objetivos pasan de
ser acciones – verbos- a ser actos – fines, productos. El
objetivo de una actividad es el resultado de la misma y no al revés.
El objetivo deja de tener
importancia en pos de la experiencia: se revalorizan las actividades
y los contenidos como praxis y materia respectivamente.
Un
ejemplo: actividades y contenidos musicales.
Otro momento habrá para defender con profundidad la importancia de
las Educación Musical en la formación multidisciplinal del alumnado
durante Primaria, me contentaré con recordar que el referido Premio
Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales 2011 – ¡dicho así
impone bastante!- distingue la Inteligencia Musical dentro de su
Teoría de las Inteligencias Múltiples.
“La
Educación Musical es un proceso específico de desarrollo individual
que parte de la experiencia musical (actividades)” nos dice Hemsy
de Gainza (2010:81). La dilatada carrera práctica de la pedagoga
argentina supone un aval importante, para considerar favorable
semejante afirmación. Luego la praxis es inherente a la Educación
Musical y se muestra esencialmente a través dos procesos activos: la
escucha y la expresión.
Entenderemos la escucha como un proceso de recepción significativa – la clásica diferencia entre oír y escuchar-, un proceso no sólo de percepción sino de interiorización de lo percibido aún sin necesidad de que a este estímulo le siga una respuesta intencionada. Inevitablemente, en la mayoría de ocasiones obtendremos respuestas no-intencionadas básicas – movimientos corporales sincronizados con el pulso, tarareo o canto interior e inconsciente, influencia anímica, etc.- pero, personalmente, no invitaría a considerar estas respuestas una forma de expresión puesto que no es presumible una intencionalidad evidente. La expresión, en términos educativos, se define como manipuleo y exteriorización de los elementos – en este caso sonoros- en forma de respuesta intencionada. La expresión puede ser vocal – ¡incluso cantada!-, corporal o instrumental incorporando a esta última tipología cualquier tipo de objeto capaz de emitir un sonido acorde con determinada actividad estética. En una imagen análoga podríamos definir la escucha y la expresión musical como el entendimiento del lenguaje oral y su posterior exteriorización en forma de habla (oral o escrita)2.
Cuando el alumnado participa dinámicamente del proceso de recepción-entendimiento-expresión se produce una retroalimentación que tiene como resultado la creación. Dicha retroalimentación se produce al tomar conciencia de la propia producción. En Educación Musical, el individuo escucha su propia respuesta intencionada y la modifica según decisiones estéticas o técnicas que toma en el momento. Giráldez (2014:73) define la creación musical en el ámbito de la Educación Primaria como
Entenderemos la escucha como un proceso de recepción significativa – la clásica diferencia entre oír y escuchar-, un proceso no sólo de percepción sino de interiorización de lo percibido aún sin necesidad de que a este estímulo le siga una respuesta intencionada. Inevitablemente, en la mayoría de ocasiones obtendremos respuestas no-intencionadas básicas – movimientos corporales sincronizados con el pulso, tarareo o canto interior e inconsciente, influencia anímica, etc.- pero, personalmente, no invitaría a considerar estas respuestas una forma de expresión puesto que no es presumible una intencionalidad evidente. La expresión, en términos educativos, se define como manipuleo y exteriorización de los elementos – en este caso sonoros- en forma de respuesta intencionada. La expresión puede ser vocal – ¡incluso cantada!-, corporal o instrumental incorporando a esta última tipología cualquier tipo de objeto capaz de emitir un sonido acorde con determinada actividad estética. En una imagen análoga podríamos definir la escucha y la expresión musical como el entendimiento del lenguaje oral y su posterior exteriorización en forma de habla (oral o escrita)2.
Cuando el alumnado participa dinámicamente del proceso de recepción-entendimiento-expresión se produce una retroalimentación que tiene como resultado la creación. Dicha retroalimentación se produce al tomar conciencia de la propia producción. En Educación Musical, el individuo escucha su propia respuesta intencionada y la modifica según decisiones estéticas o técnicas que toma en el momento. Giráldez (2014:73) define la creación musical en el ámbito de la Educación Primaria como
cualquier
actividad en la que los alumnos tengan una oportunidad de explorar
sonidos e ideas respondiendo a un estímulo o con una intención
determinada. Dependiendo de la modalidad que adopte la tarea, podemos
hablar de improvisación, elaboración de arreglos o composición.
Para dotar de una
modalidad u otra a las actividades escolares tendremos que integrar
otro elemento curricular. Tradicionalmente creamos nuestras
actividades en función a los objetivos lo que supone orientar la
evaluación de esa actividad hacia parámetros cuantitativos. En
Educación Musical – y realmente en cualquier área que pretenda
ser abordada desde la acción como elemento condicionante de
entendimiento- las actividades se debieran crear considerando los
contenidos ya que estos son los materiales a los que se enfrenta el
conocimiento. En oposición a los objetivos, los contenidos son
plásticos y manipulables – incluso la citada célula procariota.
Los contenidos que dan forma a los elementos de la música pueden resumirse en los siguientes: 1) el sonido, como materia prima y que nos permite trabajar desde parámetros sueltos – altura, dinámica, duración y timbre- hasta experiencias ecológicas de Murray Schafer; 2) el ritmo, cuyas actividades van orientadas al refinamiento de la capacidad de captación y reproducción de estructuras básicas y/o a la creación libre; 3) la melodía, abordada generalmente dentro de concepciones tonales – al respecto hablaremos en un futuro-; 4) la armonía, que, aunque percibida como componente importante de la educación musical desde los primeros ciclos (Hemsy de Gainza, 2010:83), suele ser uno de los elementos musicales más olvidados durante la Educación Primaria pese a brindar posibilidades interesantes en el campo de la experimentación y la percepción; 5) la forma, cuyas actividades comprometen a la audición, a la fragmentación y reconocimiento de pequeñas formas musicales y a la libre creación - en este sentido, crear estructuras antes de percibirlas contribuye a la comprensión del ordenamiento temporal de elementos musicales-; 6) el género, que encontraremos durante la Primaria en la diversidad de épocas y estilos que se programan dando cabida a las músicas de consumo del propio alumnado.
Los contenidos se dan interrelacionados, con lo que no hemos de programar actividades específicas para cada contenido:
Los contenidos que dan forma a los elementos de la música pueden resumirse en los siguientes: 1) el sonido, como materia prima y que nos permite trabajar desde parámetros sueltos – altura, dinámica, duración y timbre- hasta experiencias ecológicas de Murray Schafer; 2) el ritmo, cuyas actividades van orientadas al refinamiento de la capacidad de captación y reproducción de estructuras básicas y/o a la creación libre; 3) la melodía, abordada generalmente dentro de concepciones tonales – al respecto hablaremos en un futuro-; 4) la armonía, que, aunque percibida como componente importante de la educación musical desde los primeros ciclos (Hemsy de Gainza, 2010:83), suele ser uno de los elementos musicales más olvidados durante la Educación Primaria pese a brindar posibilidades interesantes en el campo de la experimentación y la percepción; 5) la forma, cuyas actividades comprometen a la audición, a la fragmentación y reconocimiento de pequeñas formas musicales y a la libre creación - en este sentido, crear estructuras antes de percibirlas contribuye a la comprensión del ordenamiento temporal de elementos musicales-; 6) el género, que encontraremos durante la Primaria en la diversidad de épocas y estilos que se programan dando cabida a las músicas de consumo del propio alumnado.
Los contenidos se dan interrelacionados, con lo que no hemos de programar actividades específicas para cada contenido:
La educación musical en la
escuela consiste, entonces, en el desarrollo de proyectos en los que
todas estas actividades se realizan de manera interrelacionada,
puesto que […] determinadas acciones son interdependientes. De
hecho, gran parte de las tareas musicales involucran la realización
simultánea de dos o más de estas actividades. (Giráldez, 2014:43)
Realmente,
una misma actividad ejercita la percepción de diferentes contenidos
de forma simultánea pudiendo poner énfasis en uno diferente cada
vez que la actividad sea programada. Sobre las diferentes actividades
iremos hablado en un futuro, pero conviene recordar que no existe un
sólo grupo de alumnos y por tanto no puede existir un sólo tipo de
actividad. Antes de finalizar cabe preguntarse ¿qué es de los
objetivos bajo este modelo? Los objetivos simplemente dejan de ser una meta evaluativa para convertirse en una dirección o un destino del cual lo importante
es el camino.
J. Palacios
BIBLIOGRAFÍA
Giráldez,
A.(Coord.)(2014). Didáctica de la música en primaria,
(pp.39-76). Madrid: Editorial Síntesis.
Hemsy
de Gainza, V. (2010). Fundamentos, materiales y técnicas de la
educación musical. Buenos Aires: Melos.
1No
se trata de desprestigiar los modelos tecnológicos, sino de
aplicarlos cuando realmente sea necesario (estudios superiores).
2No
en vanos son varios los pedagogos musicales que dan importancia al
lenguaje hablado como forma de aprendizaje musical: desde Kodaly u
Orff a Edwin Gordon, cuya Music
Learning Theory
ocupará
un espacio en este blog próximamente.
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